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148 BIENVENIDO DE ESTI!lLLA maridos e hijos durante la pelea. Los kanakas no teniendo otra anna de que echar mano, acudieron a las piedras y con ellas hirieron a varios de la gente de CupE:>... ; a un guardián chileno le dieron una pedrada en la boca y amaneció con los labios hinchados; a Cupe le alcanzaron unas cuantas piedras y le dejaron magullado; a un inglés le pegaron en la mano y se la imposibilitaron para manejar el rifle que, al huír de la refriega, lo llevaba amarrado al caballo .. ; por fin, Cupe hu– yó a Mataveri, maltrecho, no hiriendo a ningún kanaka. De..~e entonces los kanakas vigilaban día y noche, y lo mismo los de Mataveri, tocando ambos a guardia al obscu– tecer, todos los días, durante cinco meses; a este tiempo vino la Baquedano, capitaneada por el capitán Rojas, de mala memoria. Los pascuenses reclamaron; el señor Rojas no convino con .;us reclamos; antes, al contrario, mandó reunir a todos los kanakas en la iglesia, llamó al señor Cupe y a su gente y de– lante de todos ceclara el señor Roja.; ser nombrado sutde– legado el señor Cupe y la cesación de la regencia pascuense, nombrando a la vez al kanakaJuan Tepano (?) jefe de policía de la subdelegación. - «¿Dónde están las mujeres que sacaron de Mataveri?» dice el señor Rojas, Se las presentan; y él las entregó a sus antiguos aman– cebados y ordenó a la vez que la iglesia se destinara para guar– dar las pieles saladas. En vista d~ e.;to, el encargado de la iglesia, Nicolás Pakarati, protestó de esta última disposición ante el mismo señor Rojas. - «¿Quién te encargó de la iglesia?» le dice el señor Rojas, -«El señor Obispo de Tahiti, » le contesta Pakarati. - «Está bien, sigue con tu misa y que no pongan pieles en la iglesia; pero sí, en la casa de la misión». Ya estaba para salit la Baquedano, cuando llega el señor Merlet para quedarse en la Isla.

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