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LA IS(.A EN MANOS DE LAS AATIIJUDADES CIVILES 145 rey, había arreglado el asunto a fav:)r de elbs: pero el señor Merlet, al morir el rey, se pr .!sentó al Intendente, y otra vez arr~gló el asunto a favor de la sociedad. Al poco tiempo de este suceso, Merlet, miembro de la so– ciedad explotadora, preparó su pruner viaje a la Isla, que lo hizo en una goleta suya llamada Múría Lutsa. El llevó la noticia de la muerte del rey Riroroko. A las dos semanas, el señor Mer!et se volvió al continente llevando lana y pieles. Vicente Pont, colono de la Isla, dice: Merletme quitó trein– ta yeguas, dejándome una solamente; y a cada kanaka le qui– tó otra; d.e este modo for m.ó su piño de caballos que ahora tiene El señor subdelegado continuó con más crudeza para con lo.> kanakas. «Ya no hay más rey en la Isla, decía, después que Merlet se volvió al continente; yo mando». Pero el suce– sor de Rjroroko, que se llamaba Ika, le dice con resolución: «Nó, todavía hay rey, yo lo soy». El admini.>trador ordenó a sus guardiane.:5 que se armaran de carabinas y revóiveres: eran $iete, todos chilenos.. . Al frente de los carabineros iba el administrador y se encaminaron hacia la iglesia donde es– taban los kanakas, según tienen costumbre, haciendo oración. Se reunieron todos, hombres, mujeres y niños.... rezaban, can– taban y al llegar el momento de la defensa, los hombres sa– lían a la plazuela de la iglesia y las mujeres y niños seguían dentro rezando. El administrador llegó con sus guardianes; el rey Ika, hom– bre fornido sobre los fornidos kanakas, estaba en el grupo....; a él se dirigieron los ~uardianes para amarrarlo. Al ver el rey esta actitud, trata de defenderse, dejando aturdido y fue– ra de combate a un guardián, asestándole un buen guantazo en la cabeza. La pelea es general, todos los kanakas arrojan piedras como bombas a los guardianes que, a la orden del ad– ministrador, disparaban al aire sus tiros. Al pxo rato de la pelea, en vista de que no podía apresar al rey, se volvió el