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142 BIJ<JNVBNIOO DE JllSTJbLLA uno para el señor Brander, otro p::~ra el subd~legado, y el ter– cero para el rey de la Isla (?) Mas, un detalle muy original, propio de indios suspicaces, hace ver la astucia de los kanakas. El ayudante del rey, agregan los testigos kanakas, colocado al ftent~ del rey, le hacía a ~te señas pa~ándose el dedo por la fr~nte, ;;omo diciéndole pien3a bien y no t~ engañen con la plata; y esto lo hacía sin que lo notaran los interesados co– merciante.) ....El rey rechazó el saco de dinero, diciendo: cUeva tu plata, que yo, ni ningún kanaka, hemos vendido terreno al&uno» .... Por fin se fueron para siempre de la Isla el señor Brander y Salmón y quedó el subdelegado chileno, señot Toro, que los pascuenses le recuerdan con cariño y veneración. A la vez quedaron dos familia3 chilena<> que trajo el aeñor Toro, y fueron a vivir a Vaihú. Atamutekena Maurata era rey. Cuentan los viejos kanakas que el señor Toro pagaba veinte centavos por día y les daba carne; pero a los dos años, al es– tallar la revolución chilena, el señor subddegado no recibía plata del continente y pagaba los trabajos con caballos y corderos. El señor Toro estuvo cinco años; al saber que su hermano, revolucionario, eataba preso y que le habían confiscado sus bien¿s, se fué a Chile. En .;u lugar quedó Higuin, un alemán que había llegado de Chile en el buque Recaz, y quedó a las órdenes del señor Toro. El señor Toro se volvió a Chile en el buque Ajtau. El rey A. Mauratamurió poco an~es; ocupó su lugar Riroroko. A los dos años de irse el señor Toro llegó a la Isla el buque Opaline, donde venía Carlos Maqui, chileno; y trajo la noticia de que el Gobi~rno chileno había arrendado la Isla a Merlet. Al año llegó otra vez el buque chileno Ajtau, donde venía el señot S., de parte del Gobierno para contar los animales y hacer entre– ga del número exacto, al volver a Chile, a la scciedad que los arrendaba, o sea, a Merlet.

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