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138 BIENVENIDO DE ESTIIILLA -PuE-s, si no me entregas el perro, prendo fuego a la casa y o.; mato a todos vo.;otros. Si Bomier se sentía herido en su amor propio, los veinte pa~uenses le superaren en su resentimiento y así pensa– ron en deshacer~ de él. Por lo bajo se entienden en su len– gua y Ruperto, el protagonista fatal, sale por la puerta late– ral de la casa sin advertir Bornier y se arroja sobre él; acto continuo salen todos lo~ otros pot delante y lo desarman. A empujones le llevaron hasta Mataveri delante de $U mis– ma casa; allí, en el mi.,;mo jatdín o al pie del corredor, se de– cretó su muerte en un segundo; hubo un momento <.le zozo– bra por la oposición de dos o tres que al fin consintieron también para verse libres del que tanto les hacía sufrir y tantas injusticias cometía. Ruperto fué el que tuvo el valor de tomar el rifle del mis– mo Bornier y con la bayoneta le atcavesó el pecho, partién– dole el corazón. Caía la tarde cuando esto sucedió; y a la mañana siguiente, temptano, enterraron el cadáver al pie c.el palo de la bandera francesa que flameaba próxima a la casa c.l.e !a administración. Agregan lo$ ancianos testigos que también pensaron en matar a los hijos que tenía Bornier: etan dos niñitas; peto ptevaleció la opinión de los más, diciendo: «aunqu.:: son hi– jas de este maldito extranjero, son hijas, a la vez, de mujer kanaka; 3on de nuestra raza». No obstante, para más segu– ridad, un pascuense llamado Papiano Rengamaengo, tomó la.; dos niñitas y las escondió en un horno, Umu, que en su mi2ma casa había. Así las tuvo <'!Scondidas durante una se– mana, tratando de tapar la coca del Umu con hojas de plá– tano para no ser vistas de los perseguidore.;. Calmados los ánimos, les dió libertad. Una de estaa niñas creció y vivió hasta la ancianidad, de– jando familia; la otra, la menor, Carolina Bomier de Araki, vive actualmente y tiene familia; precisamente un hijo bien

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