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RElLAClONES Los kanakas creyeron, y cayeron en el enrede. que les iba formando el pícaro de Salmón. Cuando Salmón se iba a retirar de la Isla, al llegar el señor Toro para hacerse cargo d~ los animales vendidos por el se– ñor Brander al Gobierno de Chile, Salmón reunió delante de la iglesia a todo los hombres viejos; y comenzó su alocución a loa kanakas: «Mirad a la luna y fijaos bien; en ella veréis vuestros ojos» . 'Todos creímos ver nuestroa ojos en la luna, agregan los vie– jos que aún viven y recuerdan con vergüenza esa -treta del pícaro Salmón. «Levantad todos las manos hacia la luna,. , Y así lo hicieron, estando en esa actitud hasta qut' Salmór les indicó que la3 bajaran. A.;eguran los ancianos que Sal– món ditigió a un extranjero estaa palabra.->: «U3ted es tes– tigo de todo e.:;to». Todos se quedaron en el mistetio, no entendían las diabutas del señor Salmón. Los kanakas nada hablaron de la Isla ni le3 ocurrió; esta– ban confundidos y turbados con los misterio3 de la luna nueva. Al décimo día de la llegada dd señor Toro a la Isla, este señor fué con Salmón a Tahiti para arreglar el asunto de -:ompra-venta de los animates y de !a Isla; de vuelta a ella izó la bandeta chilena en el mismo palo, dicen los pas– <:uenses, de la bandera kanaka, estando la band~ra de ellos en lo alto del pab y la chilena debajo. Esto lo dicen con fruición y haciéndole honor al señor Toro los ancianos, tes– tigos de esto3 hechos. A continuación de esta declaración vienen la<J firmas dt' los tres pascu~nses más ancianos, testigos de vista: Porotu Auviri, de 76 años; Huki Atep-:m, de 75 y Mahe– renga Apaoa, de 97. Todo3 los documentos citados y las expo3icione3 de los pobres y oprimidos pascuenses, delatan la insistencia de los falaces negociantes en adquirir terrenos y las constantes 8

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