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CONSIDERACIONEIS EXPUJllSTAS 113 bre la Isla una lluvia torrencial que duró pocos minutos, pero que nos dejó empapados. Al día siguiente el Padre Bienv ~nido y el Hermano Modesto volvieron a la leprosería y el Padre puso la Santa Unción al pobre Uentoru. Cuanto yo pueda decir de la abnegación de estos dos buenos Capuchinos, será muy inferior a la realidad. ¿Cómo remediar los demáJ males de la Isla? El imp~rio de la justi<.ia, al cuaJ ha abierto sus puertas el Su– premo Gobierno, debe ser restablecido en ella. Y, por consi– guiente, han de ser reivindicadas la propiedad fiscal y la indí– gena, sin que se quite a nadie ni una pulgada de lo que le per– tenezca; a mí me repugna la injusticia contra el pobre, pero de– testo también toda injusticia; hay que radicar en seguida a los naturales; proporcionarles semillas y herramientas de labran– zas. El trabajo razonablemente compensado es la primera ne~e sidad económica, fisiológica y moral de la I sla: habrá que ins– talar faenas adecuadas (de las -:uales la más importante .5ería la plantación de árboles tropicales), y abrit una pulpería, cu– yos precios han de estar en relación con el jornal que se e.;ta– blezca. Pero esto no sería eficaz si no se mantiene en Pascua una au– toridad independiente de los intet eses económicos que en ella existen ahora o se creen en el futuro, dotada de una verdadera efil--acia, inspirada en una invariable rectitud de propósitos y convencida de su misiór. civilizadora. J untamente con esto se ha<.en indispensables la misión y la escuela. Esta está a cargo de una preceptora y una ayudante, único medio de inspirar confianza a la población. Para la misión he buscado y obtenido la éntusia:;ta y desin– teresada cooperación de les Padres Capuchinos, dos de los cua– les volverán en breve a la Isla.
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