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108 DJIIJNVENJOO DE ESTELLA Cultivan con plfltanos, camotes y otros tubérculos indíge– nas, algunas pequeñas extensiones. Las mujeres saben coser y lavan bastante bien: se niegan ordinariamente a practicar trabajos agrícolas. Los hombres son muy aficionados al caballo, son expeditos para el trabajo; pero no pueden practicarlo con constancia, porqu.! no hallan en él una compensación razonable. Son in– superables para nadar, excelentes bogadores, buenos marine– roa y ayudan con gran entusiasmo en todas las faenas de la Baquedano cuando ésta se halla en la Isla. El cultivo de los plfltanos, del cam~te y de los otros tu– bérculos indígenas sólo puede extenderse hasta donde basta parad consumo de cada familia; el concesionario sólo da tra– baj~ a cinco individuos y en tiempo de la esquila a unos po– cos mfls. Así perseguidos y hambrientos, arrinconados en un últi– mo retazo de su propia Isla, viven los pascuenses a merced de quienes los han despojado de cuanto tenían. Si yo pido justicia, lo hago a impulsos de la caridad: nJ hay en mi alma lugar para el odio, y por eso a los pobres pas– cuenses les aconsejé continuamente que re.;petaran los bi7- nes de que disfruta la Compañía Explotadora y que apartasen de su corazón todo sentimiento de odio. A ésta le aconsejaría yo que cambie de sistema, que no olvide que a la larga ningún buen negocio puede estar cl1- vorciado del bien que debemos a nuestros semejantes. Creía que no podíahaber nada mfls triste en 'el mundo. Pero, en aquel pequeño rincóndela tierra, hay todavía una miseria mayor. Do<> tardes solamente pude dedicar enmi primer viaje a la atención de los leprosos. La primera vez fuí acompañado del señor capellfln Valenzuela para llevarles los obsequios que les habíamos reservado.
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