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CONSIDlllRA(}JONJilS EXPUlllSTAS 107 Colonización, que han realizado esta buena obra. El Excmo. señor Sanfuentes dispuso que se entregatan d.o.s mil hectáreas de tierra a la población indígena. Pero, para que ella sea efectiva, se necesita continuarla y que la caridad dé semillas y elementos de trabajo y dé vida a los esclavos cuyas cadenas han sido rotas. Los pascuenses no son ni salvajes ni canacas en el sentido que se da en Chile a esta palabra. No tienen nada que ver con la raza china o japonesa; son de raza polinésica. Su cutis es muy moreno, su rostro, ovalado, bien dispuesto y propor– cionado; sus ojos, hermosos y expresivos; sus facciones, re– gulares; su estatura, más bien alta; y su<> cuerpos, delgado.; y ágiles. De inteligencia viva, de caráctet dócil, de irn.gina– ción rápida, llaman sobre toc.o la atención por la tenacidad de su memoria. Viven en cuarenta chozas. las más de madera y algunas de piedra sin labrar. Todos tienen en sus habitaciones un ejemplar cl.el Nuevo Testamento y otros libros c.e piecl.ad . en ió.i:>ma taitiano. Se reúnen para rezar en la iglesia, presicl.idos por Pakarati. y se persignan y har.en oración al comenzar sus trabajos y muy en especial cuando salen al mar. Se visten con los harapos de la ropa que se les regala; las mujeres con una bata blanca que J.a:3 cubre desde el cuel le hasta los pies, y los niños hombres menores cl.e 8 años andan desnudoo. Son aseados en sus personas, aman el bañe y lo practican con frecu~ncia en las orillas del mar. Pero las casas carecen de camas y de tocl.os los utensi– lios necesarios para la vida. Duermen sobre el past0 amontonado en el suelo y no tie– nen sillas, ni mesas, ni menaje alguno; no poseen tampoco platos, :ubierto3 u otros utensilios domésticcs.
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