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CONSIDERACIONES FJLPUI~,.,TAS !l5 partieron para Pascua los primeros misioneros que llevaron a sus habitantes la buena nueva, que arrancaron de sus inteli– gencias el velo del error, de sus manos las armas fratricidas y de sus corazones la sed de la venganza. ¡Cuán admirable aparece ante los ojos del sociólogo la trans– formación que en las costumbres humanas produce la fe cris– tiana! Llega a una tierra extraña un hombre desconocido, sin más riqueza que el crucifijo, sin más ambición que la de hacer el bien, sin más armas que las del amor, y al cabo de poco tiempo los salvajes iracundos y feroces, que se alimentaban de carne humana y que no tenían ninguna ley que pusiera freno a sus apetitos, se subyugan, se tornan dóciles y suaves, y cambian por entero sus pensamient:>s, sus afectos, sus obras y su índo– le misma. Abandonan las cuevas en que vivían como fieras y construyen nuevas viviendas; dejan su d~11uclez y tatuaje; se consagran al trabajo, constituyen sus familias, y en medio de su pobreza y soledad se esfuerzan por aprender la lectura y la escritura y nos dan ejemplos en la práctica C.e la Religión y de la virtud. Esa fué la obra del Hermano Eugenio y de los Padres de la Congregación de los SS. CC. : bien los llevan ellos sobre el pe– cho como un escudo y como un símbolo, porque en las luchas por la verdad y el bien, su ideal es traer a la tierra el mismo fue– go de caridad en que Cristo quiere abrasarla y lo hacen con aquella maternal e inagotable dulzura del corazón de su Madre celestial, y así ellos en el ardor de ambos corazones retemplan sus almas de apóstoles. Vino a Chile el Padre Gaspar y las ciudades de Santiago y de Valparaíso socorrieron generosamente la obra de los misione– ros. Con este motivo se habló nuevamente de Pascua, de suma– ravillosa historia, de su clima, de su suelo, de sus habitantes.

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