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94 BllllNVlllNIDO DEl ElSTJIJLLA Muy pronto se comenzaron a recoger los frutos de la ardua labor, y en tanta abundancia, que se hizo neceaario enviar a la Isla al Padre Gaspar y al Hermano Teod.ulo. La población fué cruelmente azotacl.a al mismo tiempo por las viruelas, traídas por los pocos naturales repatriados desde el Perú, y fueron tan grandes y tan rápicl.os los estragos del tre– mendo contagio, que la población que en 1864 era de 1800 al– mas, estaba en 1868 reducida a 930 habitantes. En ese mismo año el Hermano Eugenio entregó su alma a Dios. Eran loa pr~eros días de Agosto cuando el exceso de la fa– tiga lo postró en cama para no levantarse más. Un solo pensa– miento lo atormentaba: el de la conversión de sus queridos pas– cuenses. -¿Cuántos indígenas quedan por bautizar? le preguntó el día 6 de Agosto al Padre Gaspar. -Siete, le contestó éste. Se volvió a recostar en el lecho y, tomando su rosario, reno– vó con mayor fervor sus humildes plegarias. El19 volvió a incorporarse y preguntó nuevamente al mis– mo Padre Gaspar que entraba a saludarlo: -Padre mío, ¿cuántos gentiles quedan en la Isla? -Ninguno: ayer fueron bautizados los que aún no lo ha- bían sido. -¡Bendito seaDios!-repusoel santoenfermo.-Ahora mue– ro contento. ¡Qué hermoso ejemplo! Un modesto obrero fué escogido co– mo lo habían sido en otro tiempo los Apóstoles para ser el he– raldo del Evangelio y Dios lo deja sobre la tierra hasta que vea concluída y coronada su santa labor. ¡Quién nos diera poder servir a nuestros semejantes .en la m~ma forma en que los sir– vió este hombre ingenuo y sencillo! Pascua, por consiguiente, debe a Valyaraíso la luz de la fe. De ahí, .desde el hogar querido del Colegio de los SS. CC.,
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