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1 1 CONSIDBRAClON.BIS EXPUESTAS 8:.\ bogaban con fuerza. Desde la cofa de mesana otro guard:.l marina señalaba el rumbo con el brazo extendido y desde la cubierta y h toldilla seguían centenares de ojos, con verdadera ansia, a la canoa que, ora subía sobre las olas escarpadas, ora se precipitaba y perdía de vista en el abismo que aquéllos de– jaban después de su paso. Pa~an los minutos que tienen algo de la angustia de la realidad. Ya lo han cogido. Cambia el rumbo h canoa y vi~ne fatigosamente.hasta el buque, se 3.tra– ca a su costado y es izada entre peligrosos tumbos. Nada contribuye, si.11 duda, tanto a la eficacia de la ardua lábor de formación, como el ejemplo de los jefes modelos y de los oficiales distinguidísimos que escoge la superioridad naval para formar la dotación del buque- escuela. El Comandante Stuven, el mejor de nuestros artilleros na– vales, e incansable y minucioso comandante; su segundo, el Capitan Delgado, bondadoso en la cámara e infiexibl~ en el servicio; el instructor de Guardias-marinas, CapitánCumming, tan talentoso como modesto, formaban con los demás oficia– les un conjunto que puede presentarse verdaderamente a los jóvenes que, llenos de simpático ardimiento, comenzaban la difícil y hermosa carrera, como modelo de lo que es y de lo que debe ser nuestra marina de guerra. Catorce días navegamos a la vela, con vientos suaves y cons– tantes, hasta llegar a Pascua. Es el viaje más rámdo que ha hecho la Baquedano: alguna vez los veleros han demorado cincuenta y más días para llegar a la isla. Las maniobras del velamen, las salidas y puestas del sol, las noches en que la luna platea las velas infladas por el viento, son espectáculos que, juntamente con la agradable compañía y la paz que se siente donde pueden llega( los golpes de las olas, pero nó los de las pasiones humanas, compensan sobra– damente la lejanía de la ruta y la duración d~ un vi:?.je ta:n lar– go como el que habíamos emprendido. EDel segundo viaje, tan lforlunado como el primero, aun-