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-79- de su alma se veía cubierto por una ligera nube de pesimis– mo; mas pronto se rehacía, su corazón reaccionaba rápida– mente y muy a menudo repetía, para animar a los otros com– pañeros, estas palabras : "Sea lo que Dios quiera: si conse– guimos el martirio, es la gracia más grande que Dios nos puede hacer : así es que ¡ánimo! y ¡adelante! : la Santísima Virgen nos dará valor para todo" . Y fué precisamente en una festividad de la Santísima Virgen, la ele la Medalla 1\IIilagrosa, cuando una bala trai– dora segó su vida para siempre. · En efecto: el día 27 de noviembre, a las tres ele la ma– ñana próximamente, se abren las puer tas de la sala donde duerme el P . Ramiro, y con él, tirados por el suelo y enci– ma de un petate, duermen otros muchos reposadamente, por– que su conciencia está tranquila. Entran var ios milicianos de cara adusta y criminal y, corno siempre, con la pistola al cinto; se encienden las luces, apagadas por temor a los bom– bardws nocturnos de la aviación nacional. Los detenidos se despiertan amedrentados y despavoridos, y luego, en medio de un silencio profundo, verdaderamente sepulcral, el que va al frente •de aquellos foragidos, lee una larga lista de nom– bres, hasta noventa, y entre ellos se oye también el de José Pérez González : es el propio P. Ramiro. " Los nombrados - -dice una voz aguardentosa y autor itaria- , que cojan sus cosas y vengan inmediatamente". Se produce entonces en la sala un ruido algo indescrip– tible ele mantas que se sacuden, de ropas que también se sa– cuden y luego se recogen y envuelven con cuidado; se oyen voces que cuchichean ... se perciben palabras de despedida ... ¡adiós !... hasta luego .. . que te vaya bien... Y el P. Ramiro, con la emoción del que marcha tal vez para no volver, con el corazón que palpita fuerte y aceleradamente, como ele quien va a encontrarse con alguna sorpresa desagradable, tal vez con la muerte, sale de la sala llevando un pequeño atijo ele ropa bajo su brazo. Minutos después se encuentril en el rastrillo, en las puertas de la cárcel, ante un g-rupo de milicianos. Y él, lo mismo que sus compañeros, los que ha-
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