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-76- milicianos. El presidente IC!el tribunal se opuso enérgicamen– te a que fuera custodiándole aquel renegado miliciano que tanto le había hecho sufrir durante la noche y que intentaba ir con la aviesa intención de matarle en el camino. Pero los milicianos, lejos de conducirlo inmediatamente a la Dirección de Seguridad, lo llevaron a las afueras de Madrid. El P . Ra– miro, consciente de su apurada situación y aunque se daba cuenta de que le llevaban a las afueras, disimulando no per– ,catarse de ello e ignorando por otra parte el sitio determina– ido donde se encontraban, preguntó a los milicianos: " ¿Ha– ¡Cen el favor de decirme a dónde me llevan? Porque yo des– conozco estos caminos y no sé dónde nos hallamos" . A lo que el" mandamás de aquella pandilla contestó secamente: "A t-i no te importa saber a dónde vamos". -Después de andar un largo trecho por despoblado, el mis– mo responsable mandó parar el coche, hizo bajar al P. Ra– miro y le preguntó : "Tú eres fraile, ¿verdad?" "Sí, señor" - contestó el P . Ramiro. "Pues escoge- añadió el milicia– no--entre estas tres cosas: marchar al frente, ir a fortifica– ciones o morir ahora mismo". "Yo estoy enfermo- replicó el P. Ramiro-: por tanto, en fortificaciones nada podría hacer; morir ... todos tenemos que morir y todos tememos la muerte; iré al frente, si es que allí puedo ejercer mi ministe– rio sacerdotal". DE LA DIRECCION... A LA MODELO Tras ele estas y otras peor intencionadas preguntas, re– petirdas de mil maneras, con el fin de arrancarle un sí o un no categórico, viendo que nada sacaban en concreto, le man– daron subir de nuevo al coche y le condujeron seguidamente a la Dirección ele Seguridad. Aquí estuvo solamente un día, siendo luego llevado a la Cárcel Modelo, ingresando en la ga– lería quinta: era la galería de los que habían sido detenidos a última hora, cuando ya las otras se hallaban materialmen– te abarrotadas·de gente. Durante el tiempo que estuvo en la Modelo durmió so-

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