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- 74- rral, com¡nñero suyo en la prisión de San Antón, que ·.'S quien nos ha proporcionado estos preciosos datos. Dicho día rs, a las doce de la noche, se presentaron en f.l piso donde vivían los parientes del P. Ramiro varios milicia– nos, acomp:.~.ñaclos del responsable de la casa, preguntand0 por el P. Ramiro, con datos concretos de su nombre ele pila y relig1ón, pues es de saber que sus familiares, en vista de los registros que se llevaban a cabo, habían pedido al responsa– ble ele la casa un aval para el P. Ramiro o una carta ele tra– bajo, creyendo de buena fe y fiando de su amistad que nad~ diría de su estancia en aquella casa. Por eso, ante la negati– va de que allí estuviese, respondieron los milicianos que era inútil lo negasen, pues sabían perfectamente que allí se en– contraba. El P. Ramiro, que desde su cuarto escuchaba aten– tamente lo conversación y los altercados que tenían, se pre– sentó espontáneamente ante los milicianos con resolución y firmeza. A preguntas que le hicieron, si era el P. Ramiro, ele la iglesia de Jesús, etc., siempre contestó categóricamente, sin negar ni ocultar la verdad. Le hicieron luego subir a un co– che ligero, que inmediatamente se puso en marcha en di rec– ción a la avenida ele Reina Victoria, parándose en la puerta del Instituto Catastral y Geográfico, donde funcionaba tam– bién una temible checa. LARGO INTERROGATORIO Aquí, después de muchos insultos y vejaciones cte obra y de palabra, fué sometido a varios interrogatorios. La mayor parte de las preguntas que le hicieron versaban sobre el pa– radero IC!el Padre Superior y ele los demás religiosos. A todo contestó que lo ignoraba. -¿Dónde está el Superior? -No lo sé, pues nos separamos el día 20 ele julio y no nos hemos vuelto a ver. -Y los otros frailes, ¿dónde viven? -Tampoco lo sé, pues no he hablado con nadie óesde mi salida del convento.

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