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-73- tud en que más se distinguió, a juzgar por lo que al exterior se traducía, fué la ecuanimidad de ánimo que en todas las circunstancias supo mantener, y su carácter amable, dulce, alegre y agradable en el trato para con todos. Tenemos que confesar, sin que ello suponga mengua ni desdoro, antes al contrario, realza mucho más su valer y sube -de punto su mérito, que cuanto era y valía se debió a su cons– tancia en el trabajo, a su mucha aplicación, al aprovecha– miento del tiempo de estudio, en lo que fué modelo para los demás ya desde niño, c?mo lo fué, asimismo, en la docilidad, en la pronta y sumisa obediencia, sobresaliendo al propio tiempo por su piedad, por su amor a la observancia regular y por su amor y entusiasmo de las glorias ele la Orden. Así fué el P. Ramiro, joven aun, pero ele prometedoras esperanzas. EN BUSCA DE REFUGIO :gn las primeras horas de la tarde del 20 de julio aban . donaba el convento, vestido de seglar, para dirigirse a casa de tma familia amiga que generosamente le había ofrecido hospedaje. Desde ella presenció con gran amargura de su corazón el asalto al convento, llevado a cabo por los milicia– nos el 21 por la tarde, y en dicha casa permaneció hasta el 23, en que, comenzados los registros a los pisos de las calles co– lindantes y consciente de su mucha inseguridad y del com– promiso que podía crear a aquella familia, se marchó a casa de unos parientes suyos que vivían en la barriada de Cuatro Caminos. Aquí estuvo sin salir para nada a la calle, ni a vi– sitas, sin recibir tampoco la de persona alguna que pudiera comprometerle, hasta que dieron comienzo los registros noc– turnos a domicilio, ordenados por el entonces ministro de la Gobernación. La noche misma del 15 de octubre, festividad de Santa Teresa de Jesús, iba a comenzar su calvario que no termina– ¡ría sino con la muerte. Lo que deSide ese día le sucedió, lo re– firió más hrde a otro religioso nuestro, Fr. Ralbino de F e-

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