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-69- lemne y postrera de su existencia, debió también gritar con toda la energía de su espíritu, con toda la emoción de su co– razón ante el piquete de ejecución: "¡Viva Cristo Rey!", y con esas palabras en los labios recibir la descarga que le segó la vi•da. Su cadáver, recogido al poco tiempo de expirar, fué lle– vado al Depósito Judicial y luego inhumado el día 19 en el cementerio de la Almudena (del Este) en caja y sepultura aparte. Cuatro años más tarde, el 9 de julio de 1940, practica– das todas las diligencias, fueron reconocidos sus restos y pu– dieron fácilmente ser identificados, pues las señales que pre– sentaban eran inconfundibles. A pesar de haber pasado ya tanto tiempo, la ropa estaba todavía en bastante buen esta– do, así como su carne se conservaba relativamente fresca y sin perder el natural color. Fueron depositados en la cripta de los Capuchinos de la Sacramental de San Isidro, ocupan– do en el compartimento central, según se entra a mano dere– cha, el nicho inmediatamente inferior al del P. Fernando. Cuantos conocimos al P. Manila y con él hemos convivi– do, le oíamos decir frecuentemente que su más ardiente de– seo era dar testimonio de su fe y derramar su sangre por Jesucristo, alcanzando la palma del martirio. Dios le conce– dió esa gracia tan constantemente por él anhelwda, como una dicha sin pa:-, como un supremo galardón: fué mártir de la fe. Murió, en efecto, por Cristo para el mundo, a fin de vivir con Cristo y para su gloria.

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