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-67 - a la mañana siguiente ya era tarde: las milicias habían h<.'– cho en las primeras horas un registro· en la casa y en aque– llos momentos- era el mediodía--estaban efectuando el se– gundo. PERSEGUIDO... EN BELLAS ARTES Al llegar las milicias la vez primera, el P. Manila debió darse cuenta de sus intencicmes, y cuando snbieron por la escalera principal, aprovechó aquel momento para escapar por la escalera de servicio, dirigiéndose con paso acelerado al número 7 de la calle de Alarcón, cuyo portero. hombre de confianza. le conocía perfectamente; allí se creía un tanto seguro. Según testimonio del portero, el P. Manila llegó ~ dicha casa todo aturdido, fatigado, casi sin aliento; ·pidió le ayudase y acogiese, diciéndole venía huyendo de otro sitio. pues un grupo de milicianos le venía persiguiendo. El porte– ro salió a ver si así era en efecto, y al no divisar a nadie por la calle, le indicó que ele todos modos se escondiese en la plan– ta baja de la casa, y que si venían los milicianos, él se las compondría para defenderlo y ocultarlo. Pero el P. Manila no s~ creyó allí tampoco seguro, e Í1_1quieto por su situación, salió de aquella casa a los pocos minutos. ::vt:omentos dcspué:; llegaron en efecto varios milicianos preguntando por él y dando todas las señales para reconocerle: su figura, su gro– sor, su modo ele vestir, etc., y ante la ·negativa del portero de que tal persona hubiese entra·Jo en aquella casa, tomaron otro rumbo por indicación de uno ele ellos. De la menci onada casa ele la calle ele Alarcón se dirigió el P. Manila a la calle de Alfonso XII, donde tenía unos pa– rientes bastante cercanos, pew de ideas izquierdistas, per– suadido de c¡ue en ellos iba a encontrar benévola acogida. Poco tiempo después de haber llegado a la casa, se presentó el grupo el~ milicianos preguntando por él al portero, y di· ciéndole (lllC alli habia entrado un hombre con tale:, y taJe.; señas; al negarlo el portero, no se detienen en discutir con <.~1 y se di1·igen al piso donde v:.vían los parientes del P. ~la