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-6o - do comenzó a germinar en él la vocación religiosa. Sabemos efectivamente que entre las resoluciones tomadas en los Ejercicios ele 1898, una de ellas era, al sentirse con vocación, seguirla a todo trance, y pedía al Señor le diese fuerzas y ánimo para llevarla a cabo. Graneles dificultades debieron salirle al paso, que no le permitieron en aquel entonces poner en práctica sus ardien– tes deseos, pues en los Ejercicios anuales hechos posterior– mente toma la resolución de stguir su vocación, pero expone a Dios esta amarga queja: "Si estuviera de mi parte hoy mismo os daría gusto" . Esa misma decisión e idéntica an– gustia manifiesta en 1902, cuando ya se cuenta como hijo del Seráfico Padre San Francisco, perteneciendo a la Or– den Tercera, aunque entre sus amorosos afectos pide al Se– ñor haga sea contado cuanto antes entre los hijos de la pl·i– mera Orden. Efectivamente: grandes .fueron las dificultades y gran– des las luchas que tuvo qne sostener hasta conseguir su in– tento. Personas que le conocieron y trataron en aquel mo– mento crítico por el que atravesaba su espíritu, nos han ma– nifestado que muchas veces, al retirarse a hacer oración a un rinconcito del coro de la antigua y pequeña iglesia de Je– sús, derruida para levantar la actual, se le oía con frecuen– cia repetir en alta voz: " ¡Dios mío, basta ya ... basta ya de tanta lucha!" Quienes más tenazmente se oponían a ello fueron preci– samente sus padres, que no querían en modo alguno fuese religioso, y mucho menos transigían entrase capuchino... Fué lucha ele años, como acabamos de ver; lucha que él supo s·ostener con esfuerzo y animosidad, y no contento con ello redoblaba sus penitencias para que Dios le concediese esa gracia más prontamente. También a esto se oponían sus pa– dres; pero él, ayudado de su hermana, hoy religiosa de la Asunción, en Francia, se valía de mil estratagemas para lle– var a cabo sus mortificaciones, presentando en la mesa co– sas que a primera vista parecían nutritivas y que no lo eran más que en la apariencia.

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