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R. P. JOSE MARIA DE MANILA (r88o- 1936) Estamos a r8 .de julio de 1936. El mov1m1ento militar que ha estallado en diversos puntos de España se va exten– diendo a otras regiones. Circulan por Madrid muchas noti– cias, todas saturadas de esperanzas y optimistas en extre– mo. Se espera-el deseo hace engendrar esta esperanza– que de un momento a otro lleguen las tropas nacionales a las puertas de la capital; el cómo es cosa que no interesa ... Hasta se habla del recibimiento triunfal que se lia ele tributar a José Antonir) Primo de Rivera a su entrada en Madrid'... En el atardecer de ese día r8, sá-®ado a la sazón, des– pués de estar confesando durante toda la tar<d:e y minutos después de haber cenado, nos dirigíamos a la azotea del con– vento, subiendo con calma la interminable escaíera que a ella conduce, para respirar un aü:e más puro y comentar cuanto sucede. Al subir el P. Manila, alegre y sonriente, su voz se impone para llamar nuestra atención, y luego, con a•demán de gran secreto, nos dice: "Ante todo, sea alabado el Sacra– tísimo Corazón de Jesús. Mañana, cuando oigan el disparo de . .. tantos cañonazos, es señal de que José Antonio Primo de Rivera hace su entrada en Madr~d". SE ENGAÑABA No había llegado aún la hora del triunfo y de la libera– ción. Por el contrario, y tal vez sin habérselo siquiera ima– ginado, Dios había fijado en él su mirada y había escogido como víctima propiciatoria, entre otras muchas, al mismo P . José María de Manila. Su patria, como fácilmente puede suponerse, fué la ca– pital ·del archipiélago filipino: Manila. Allí nació el S de sep– tiembre de T88o, cmmdo todavía España podía ceñir sus sie-

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