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- sr- dra. El se negó a pedir siquiera permiso para ello, pretextan– do que perentorias ocupaciones le detenían eri el convento. La torment:l se avecinaba y todos debían estar en su puesto. máxime qui.!, como hemos indicado, en aquellos días se ha. liaban reunidos los Superiores de la Provincia, y entre ellos se contaba también el propio P. Fernando. Era, además. Secretario provincial, y le es for~oso ep tales circunstancia=– ocuparse de muchas cosas. Por eso sus idas y venidas en los d ías que preceden al Movimiento y sus salidas del con– vento a casas particulares para gestionar asuntos que in– cumben a la Provincia o a los religiosos, fueron sobradamen– te frecuentes. Y da comienzo el g-lorioso Movimiento Nacional , y con él, en Madrid, la revolución. El P. Fernando deja también nuestro convento el mismo día 20 por la tarde, para dirigir– se a la casa de una insigne bienhechora de la Oroden, doña Carmen Casac;lo, fallecida lueg-o en Madrid durante la gue– ra, pero que tiene el consuelo de recibir los ..Sacramentos y ser asistida por uno de nuestros religiosos : el P. Ben ito rle Ojed·o. IBA A COMENZAR SU MARTIRIO Allí, en aquel la casa amiga. permanece hasta el día 1 1 de agosto sin salir para nada a la calle, dedicado por entero a la oración y al recogimiento, lle,·ando con la mencionada fa– milia y con otro religioso también capuchino que le acom– pañaba, Fr. Roberto de Eranclio, una Yida enteramente con– ventual. Este ha sido quien nos ha proporcionado la mayor parte de los preciosos datos que Yamos a transcribir. La víspera de su detención, ya cas i anochecido, estuvo el P. Sixlo de P esquera a visitarles. Al entrar en aquella casa, el P. Fernando acogió su presencia con g randes mues– tras de alegría y con su habitual saludo: "¡ Hola, carísimo! ¿Qué nos cuenta? Precisamente estábam~s hablando en c.;– tos momentos sobre el ma rtiri o y la g-loria tan g-rande qut' ,.~ dar la Yida por J esuc1·isto. ¡Qué hermu~u e~ el martirio ~··

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