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ASI ERA EL P . FERNANDO... Ciertamente que no es nuestro intento presentarlo corno predicador ni corno apóstol d'e la palabra: no lo era n i re-. unía cualidades para ello; querernos hacer solamente algu– na corta indicación sobre sus virtudes más distintivas y ca– racterísticas. Y sea en primer lugar su caridad: aquella caridad uni– versal, amable, condescendíente con todos, que no perdona trabajos con tal de poder ayudar a los demás; caridad que todo lo soporta, que a nadie mortifica, ni con hechos ni con palabras, ni con excusas, ni con murmuraciones; caridad sufrida y paciente, que cornpa'<i'ece, que alienta, que levanta, que sabe derramar sobre los otros el bálsamo del consuelo. Y sobre todo es en el confesonario donde brilla con todos esos magníficos caracteres la caridad del P. Fernando. Allí fué dond'e siendo sacerdote, ejerció casi exclusivamente su apostolado, levantando, compadeciendo, elevando la moral. enderezando las almas por los caminos de la perfección y de la vida interior, tratando a todos con la misma amabili– dad, así ricos como pobres, pecadores como almas interio– res. ; Cuántos le recuerdan aún prendados de aquellas subli– mes máximas y apropiados consejos que les daba y que antes había él vivido durante largos años ! Señalemos al propio tiempo también su humildad en re– putarse inferior a todos y en dar muestras de ello en infi– nitas ocasiones; en ceder a su vez con f ina urbanidad, en someter su opinión y modo de pensar, no queriendo en modo alguno quedar sobre los demás en las disputas o discusiones sobre puntos de moral u otros asuntos, y esto sin ofender a nadie, ni enfadarse lo más mínimo, ni mostrar luego re– sentimiento alguno. Todo ello suponía un gran vencimien– to interior. Por eso nada nos ha extrañado al leer en una de las cartas dirigidas al P . Lorenzo de Arráiz, animándo– le para que se sometiese a lo que disponía la obediencia y aceptase el cargo que le daban: "En lo referente a la Guar– dianía de V. R., le diré como se oye aquí a cada momento