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- 44 - valor moral y literarí-o, fueron publicadas en el folletín de El Ancora y reproducidas luego en otros periódicos sin su firma, que sabía ocultar modestamente. Pero " su obra predilecta- nos dice el señor Vieira-fue– ron las Conferencias de San Vicente de Paul, de las que era Secretario. Su ardiente espíritu de caridad, su natural mo– destia y humildad-prototipo verda•d'ero de la humildad cris– tiana-, su amor a los pobres y su encantadora dulzura res– plandecían elocuentemente en todos sus actos. Sabemos de sus edificantes visitas a familias menesterosas, a las que pro– digaba consuelos inefables y socorría con largueza, inspi– rando viva simpatía su presencia en hogares tortura!Ci'os por el dolor que enseña, purifica y eleva". . Y no obstante esa vida de piedad y de apostolado, en nada se aminoró su sana alegría. Por eso, al mismo tiempo que en asociaciones piadosas, le vemos figurar en actividades ur– tísticas <durante los mejores años de su juventud, y más tar– de es uno de los más valiosos elementos y que más impulso supieron dar a la rondalla que presidió el distinguido literato 'l'orcuato Ulloa y dirigió el notable violinista Benigno San– martín, agrupación integrada por notables médicos, aboga– dos, periodistas y funcionarios d'el Estado. Cuando así trabajaba y desplegaba tan intensa actividad, estaba en plena juventud: contaba a la sazón veintisiete años de edad. Un hecho, sencillo al parecer, pero, sin duda, sobra– damente premeditado, iba a cambiar por entero el rumbo de su vida. CAMINO DE LA CIUDAD ETERNA En los comienzos de siglo, posiblemente en el verano de 1900, quiso hacer un viaje a Roma en compañía de uno de sus amigos y condiscípulos, el doctor Losada Michelena, mé– dico de Santiago. Casi nos atrevemos a afirmar que, al em– prenderlo uno y otro, lo hacían por inspiración del cielo y más que la ~dlea ele visitar la Ciudad Eterna, era la estrella de su vocación religiosa la que guiaba sus pasos hacia Italia.

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