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- 30- que allí 1c hicieron no pudo ser más cordial, aunque su es– tancia en aquella casa había d>e ser poco duradera. El día 30 pudo celebrar misa el P. Andrés en el Asilo de Ancianos de la calle del Doctor Ezquerdo: era una cas:1 francesa y los milicianos no tenían aún en ella intervención alguna. La tarde la dedicó el P. Andrés a confesar en ca– sas particulares. Estuvo, e fectivamiente, en la calle de la Li– bertad, número 7, dond>e confesó a Yarias personas, así como a las Damas Catequísticas, que se hallaban refugia– das en un piso de dicha casa. Después ele confesarlas les dirigió una fervorosa plática. cuyo tema versó sobre la pre– (>aración para la 111-1/Crte. Era el tema del momento, de pal– pitante actualidad y de una realidad trágica y aterradora: todo buen c.iuclaclano podía contarse en aquellas circunstan– cias entre los muchos destinados a la muerte. También qui– zás el P. Andrés pensó eso mismo: no sabemos, sin embar– go, si pudo imaginarse que la tenía tan cercana. PERO ALLI ESTABA... A las nueve ele la noche regresó a la pensión. Se encon– traba cansa•:::o; el calor fatigante y el trabajo abrumador y pesado que había tenido, a{ par que el nerviosismo y la pre– ocupación le habían rendido grandemente. Im·itó a su so– brino a dar un paseo para despejar la cabeza; el sobrino le disuadió de ello, pretextando justamente que no eran aque– llas horas ni circunstancias a propósito. ya que era grande el peligro que podían correr si les pedían la documentación. de que carecían. Se resignó, pues, a quedarse, momentos que una de las religiosas, que en la pensión se encontraban refugiadas. aprovechó para confesarse con él. Terminada la confesión, le elijo ella: "Padre, cuando vaya usted al martirio, acuér– dese ele mí". A lo que el P. AndTés contestó: "O tú, hija mía; pero en eso no hay que pensar". Sin embargo, en aque– lla misma noche habrá de ser detenido. ¿ Fué acaso delatado por a lguna persona que lo conoció en sus idas y venidas y

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