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-29 - fugio más seguro. Para colmo, el día 25 tiene lugar un re– gistro en dicha casa: ningún percance desagradable hubo que lamentar; pero ante la inseguridad que a la vista de to· dos estaba, el P. Andrés manifiesta su deseo de abandonar cuanto antes aquella pensión. Así lo hubiera hecho, pero no encontró de momento casa ninguna, no digo de confian– za, sino que le ofreciese plena garantía de seguridad. Por fin, el d ía 29, a las once de la mañana, llegan a la Pensión Sacerdotal las milicias del Puente de Vallecas, di– ciendo y conminando a los que en ella se encontraban, que saliesen inmediatamente de allí, pues se iban a incautar de ella. Así lo hicieron prontamente los pocos sacerdotes que en ella estaban todavía. Ante aquella situación, el P. Andrés, acompañado de su sobrino y de otro sacerdote, Manuel Villares, comenzó a hacer gestiones para buscar hospedaje. Intentaron ir a tres sitios; los inconvenientes surgidos impidieron la rea– lización de sus deseos. Entre otros fué a la casa donde se hallaba a la sazón el P. Carmelo, casa sita en la plaza de las Cortes, y que luego, durante toda la revolución, será lu– gar sagrado, capilla permanente donde podrán recibir al Se– ñor cuantas almas lo deseen, y asimismo celebrar cuantos sacerdotes quieran hacerlo con tranquilidad; lugar de re– unión para rezos, novenas y hasta ejercicios espirituales. Pero tampoco aquí le fué posible permanecer: lÓs inconve– nientes aparecieron claramente. El P. Carmelo le ofreció la llave de un piso puesto a su disposición por la familia que lo ocupaba; mas el P. Andrés no aceptó el ofrecimiento: se daba perfecta cuenta del peligro que allí podría correr. Por fin, les ofrecieron la pensión de San Antonio, de la calle del León, cuyos dueños estimaban sobremanera al P. Andrés. Era, a la verdad, un sitio algo peligroso, por es– tar muy próximo a la iglesia de Jesús, y asimismo por ha– llarse ya en dicha pensión algunas· Religiosas. A pesar de esos inconvenientes aceptaron el hospedaje, y a las dos de la tar,de, entraba, juntamente con los dos sacerdotes arri– ba mencionados, en la pensión ele San Antonio. La acogida

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