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RESIDENCIA DE LA CORUÑA De c: la nos ocupamos aquí por la razón indicada de qu~: uuestro trabajo resulte mús completo y mcjc..1r clocumen~ taclo. Es cosa que todavía no hemos llegado a ..::omprender el por qué nuestra residencia ele La Coruña, que al fin y al cabo no h.t tenido, ni tiene menos actualmente, importancia alguna. haya sido por dos ,·eces blanco de las iras del po– ¡•ulacho. Precisamente dos meses después de la tristemente cék– IJre fecha de la quema ele los conventos, el año 193 I, cuando ya apenas había recuerdo alguno de tocio lo succcliclo y pa– n·cía que los ánimos habían recobrado un tanto la calma, los Superiores determinaron abrir ele nue\'O al culto la Capilla. llamada de San José de la Montaña, sita en el barrio <le Santa L ucía, y cerrada a raíz de aquellos lamentables su– cesos. Esto tenía lugar el J de jul io. A la Federación Local de Obrero-; no le pareció ni medio bien aquella determina– ción, y después de un mitin de protesta en la Plaza de To– ro:->, un g rupo de unos 150 individuos, no contentos con ape– drear el Colegio de los Maristas. se dirigieron a nuestra Ca– pilla, lanzándose al asalto y rociándola con gasolina. Poco después comenzó a arder el edificio, juntamente con la casa CJ\le hacía ele residencia y que estaba adj unta, siendo nna y otra en poco tiempo pasto ele las llamas; allí perecieron tam– bién las imágenes de la capil la, entre ellas la de San José de Ja Montaña. talla bellísima y ele una delicadeza extraor– dinar ia. P or eso, a partir ele aquella fecha, nuestros religiosos tm·ieron que retirarse de a llí, pues no tenían n i casa dispo– Jtible ni capilla propia. Años más tarde, en octubre de 1935, Yolvieron !os Capuch inos a reanudat· el culto en una capilla provisional instalada en un piso de una casa particular. en

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