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-24- ¡Cuántas almas arrebató también a las garras del demo– nio! Más de una vez ]e oí decir y repetir que su vida correría quizas algún peligro, sin que por ello mostrase la menor in– quietud. Un joven, a quien él no nombraba, le había amena– zado de muerte en más de una ocasión, diciéndole: "Que no le perdonaba lo que le había hecho: que se las tenía que pagar". El motivo Jo adivina fácilmente el lector. SU AMOR A LA ORDEN A cuanto llevamos dicho queremos añadir algunas notas particulares que le han distinguido y que han de hacer re– saltar ~s sus méritos y su gloria. Y sea en primer térmi– no su amor a la Orden y a sns glorias, lo mismo de la Fran– ciscana en general, y muy particularmente de la Capuchina. Ese amor profundo que fácilmente comunicaba a cuantos con él tratasen, le 11evaba a hablar en sermones y conferen– cias de cuanto pudiese ceder ert su honor, a vi111dicar en sus escritos lo que redundase en su alabanza, a dar a conocer su historia, sus empresas y conquistas espirituales, lo mismo que sus glorias y las de sus hijos: a propagar, en fin, con predilección y con mayor entusiasmo, aquellas devociones que deben su origen a nuestra Orden. En atención, sin duda, a ello, fué encargado de represen– tar a la Orden Capuchina en el ciclo de conferencias pronun– ciadas en la Academia de Jurisprudencia, con motivo del cen– tenario de la muerte de San Francisco, el año 1926, desarro– llando en aquella ocasión uno de los temas más interesantes y una de las tesis más gloriosas para la Orden Franciscana, a saber, la primacía del amor, en su conferencia titulada San Francisco de Asís y el ideal cristiano. SENCILLEZ Fijemos también nuestra atención en una de sus virtu– des más características: la sencillez. Cuantas personas le tra– taban quedaban todas gratamente prendaiClas de aquella sen-

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