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-294- hizo; a las cuatro y media de la tarde de dicho día 2 pro– cedieron los sepultureros, ante los PP. Severiano de San– tibáñez, Guardián de Montehano, y Constancia de Aldea– seca, y el médico del convento, D . Emilio Ortiz, a aorir las sepulturas mencionadas. A una profundidad de pocc más de medio metro aparecieron los cuerpos, enteros todavía, cdocados boca abajo y vestidos, sin duda tal y como fue– ron encontrados al ser levantados por el Juzgado. Al P. Miguel se le iqentificó fácilmente; a pesar del es– tado de descomposición en que se encontraba, se le conoció a simple vi~ta, pues conservaba tan marcadas sus facciones características, que todos coincidieron en que aquel er:1 su r-1-iáver. Fr. Diego, en cambio, aunque en el mismo estado ce des – composición, tenía su cabeza envuelta en un saco, y no fué reconocido tan fácilmente por sus facciones; pero se le iden– tificó por la vestimenta detallada en la ficha hecha por el Jnzg<'do. Todo ello no dejaba lugar a duela, y para mayor abundamiento, la camiseta llevaba sus propias iniciales. Así identificados, se les trasladó al depósito de cad:lve– res. Al db siguiente, martes 3, se procedió a embalsamar– les y encerrar los restos en una caja de cinc, soldada !uego, que iba dentro de otra de madera. Todo quedó per f~cta­ mcnte arreglado para el miércoles, día 4, fecha señalada para el traslado de los restos a la iglesia de Montehano. He aquí cómo lo relata el P. Constancia de Aldeaseca, en el periódico "Alerta", en su número del 6 de m:1yo de 19~R: "El tr3.slado ha revestido un doble carácter: de solem– nidad religiosa y de homenaje patriótico. En carroza fúnebre, gentilmente cedida por las autori– dades ele Santoña, fueron conducidos desde el cementerio a esta villa. A la entrada de Santoña los recibieron el Clero parroquial, el alcalde, representación del Ayuntamiento, di– rectores de los Bancos locales, las Organizaciones Juveni– les formadas y numeroso público, que los acompañaron luc– g(l hasta el segundo puente de la carretera de Santoña a