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-284- peraron por si veían regresar los coches. Al cabo de un r ato, no muy largo, los coches regresaban velozmente hacia Es– calante. EN EL KILOMETRO 7··· ¿Qué era lo que había sucedido? A la mañana siguien- , te la misma esposa de don Braulio, dirigiéndose como de costumbre a Santoña a llevar la leche, mientras iba pen– sando rn lo que habría sido de los religiosos, encontré~ sus cadáveres en la carretera de Gama a Santoña, en el kiló– m-"tro ¡. Tuvo valor para bajar y mirarlos y remirarlos de cerca: eran efectivamente ellos: los habían asesinado. El cadáver del P . Miguel estaba casi en medio ele la ca– rretera, puestas y fijas las maPos encima del pecho, la fren·· te alzada, ios ojos abiertos y mirando al cielo, los pies ex– tendidos y juntos, como si algtma persona lo hubiera así amortajado. Tenía tres heridas de disparo: una de ellas le travesaba los parietales, de cuyos orifi<;ios de entrada y sa– lida se .desprendía un riego sanguíneo que bajaba por am– bos pómulos. Tal rasgo de santidad se reflejaba en su ca– dáver, que cuando los rojos fueron a levantarle con el Juz– gado, no se atrevían a hacerlo, quedando suspensos largo rato. Se de!;prende fácilmente que, después de los tres dispa– ros m•Jrtá!rs, el P. Miguel tuvo algunos instantes de vida y s0bre todo enorme fortaleza cristiana para morir en aque·· Ha forma. Al hacer el reconocimiento el Juzgado, le encontraron un Crucifijo y varias medallas, un Rosario con una rneda·· lla del Santísimo Cristo .de El Pardo y la estampa de la Virgen de que arriba hemos hablado. Envuelta en un pa– pel de seda h llevaba consigo y muy cerca del cor::1zún; manchada quedó también con su propia sangre, siendo lue– go recog·id:=t por la misma donante, que la conserva C(•nK ¡•reciada reliquia.

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