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-283 - "VAMOS: ES VOLUNTAD DE DIOS" Fray Diego, que también había bajado las escalerrts, al ver cómo era tratado el P. Miguel, intentó escapar es,·alc– ra arriba; pero el otro miliciano se lanzó sobre él y, asién– dole de la camisa y amenazándole con la pistola, le arras– tró también fuera de la casa y al mismo coche. El P. Miguel se limitó a decir: "Vamos: es voluntad de Dios." Esas fueron sus últimas palabras. Los dos milicianos que intervinieron en la detención eran desconocidos de todos; los conocidos, los de Escalan– te, hasta el número por lo menos de catorce, que les acom– pitñaban, quedaron ocultos en la sombra y entre la espesu– ra. El que arrastró al P . Miguel era un minero de Barruc– Í0. apellidado Iglesias, que tenía ya manchadas sus manos con el asesinato de cuatro guardias civiles, y el otro era as– turiano, apellidado Noriega, detenido varios meses despu~s de la liberación de Santander en ocasión en que se dirigía a Bilbao en tren, luciendo un uniforme completo y flaman– te de requeté; fué reconocido por uno de Gama y detenido inmedi:ltamente. Una vez que estos dos criminales entregaron las vícti– mas a sn:; cómplices, que no se atrevían a dar la cara, y l)tle esperaban vigilando la casa, volvieron a ella, pero se en– contraron nuevamente con la puerta cerrada. Iban tal vez por don Braulio, pero éste, rtcordando las palabras de amC"– naza de uno de ellos, la había cerrado rápidamente, y en compañía del joven criado se disponía a huir al campo. Los milicianos, al encontrarse con la puerta cerrada, se retira– ron sin llamar. Los coches partieron en seguida. Desde las ventanas del caserío, sus atemorizados moradores los siguieron con sns miradns inquietas y vieron cómo tomaban la direcdón de Santoña. "¿Qué habrá sido de ellos?", se preguntaban con an– gustia. "¿Dónde los llevarán?" Petrificados de espanto es-
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