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-276- habitación para dedicarse a la oración, como se acostum– bra en nuestras Comunidades; a las ocho y media. ¿espués de rezado el santo Rosario, cenaba, tenía un ratt) de con– versación de sobremesa, y, a las diez, se retiraba a dcs– caasar. Hacia el 25 de agosto pudo ya tener la satisfacción de poder celebrar la Santa Misa en la mencionada casa. Para decirla con más tranquilidad y a su vez para que la criada no se enterase, se levantaba entre semana a las siete y, ayu– dado del Hermano Bonifacio, preparaba lo necesario para el Santo Sacrificio y, sin más asistencia, la celebraba. Los domingos y días de fiesta asistía toda la familia, a excep– ción de la sirvienta, a quien, con prevención, enviaban a casa de unos parientes de la seí).ora, quienes procuraban entre– tenerla allí el tiempo que juzgaban necesario para la cele– bración. Recibió en aquel refugio contadísimas visitas, por te– mor a la vigilancia de los milicianos; tampoco él las pudo hacer por el mismo motivo, y por habérselas ellos prohibi– do. La razón no era otra..que el miedo que le tenían, sin sa~ ber por qué. "Ese es listo-decían ellos-y nos puede ha– cer cualquier cosa". Por eso, sin duda, le obligaban tam– bién a firmar diariamente. Sin embargo, debidamente autorizado, salió en alguna ocasión para visitar a los Coristas que se hallaban refngia– dos en los pueblos circunvecinos: Gama, Noja, etc., con el fin de conocer sus necesidades, animarles y darles conse– jos para su buen comportamiento. Lo mismo hizo con Jos que se hallaban en Escalante, aprovechando aquella opor– tunidad para entrevistarse con los Padres y cambiar im– presiones. Sin embargo, y no obstante este aislamiento en qu~ vi– vía, no perdió de vista lo más mínimo el cuidado de los Co– ristas y de los Postulantes quienes especialmente \e esta– ban encomendados. Por medio de una mujer de Esealante a quien llamaban la "pasiega", les proveía de la ropa ne– cesaría. Dicha mujer recorría los merc.o'ldos, c.ompr::tba

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