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- 25! - SU VIDA EN EL BARCO Se levantaba todos los días a las seis y media; era nece– sario tomar vez para lavarse, lo que se hacía en cubierta, después que los milicianos les tendían una escalera para que pudiesen csubir. Terminada esa operación, bajaban nueva– mente al interior. El P. Ambrosio comenzaba seguidamente sus rezos, que hacía paseando en torno a la bodega; rezaba asimismo el oficio divino por un Brevario que un sacerdote había logrado introducir; leía algunos ratos y tomaba notas preparatorias para la predicación de los domingos a sus compañeros, y luego alternaba con ellos, principalmente con los que formaban el grupo humorísticamente denominado ''La Caraba". Ya desde el primer día de su estancia en la bodega nú– mero 4, el P . Ambrosio se presentó en su calidwd de sacer– dote y religioso y como tal se portó en todo momento, es– tando siempre a disposición de todos y prestándose de muy buen grado para ejercer su sagrado ministerio. Los detenidos, como pasaba en todas partes, vivían allí eu aquellos momentos una vida intensamente cristiana. Re– zaban el Rosario todos los días y, para llevar a cabo tan san– ta obra, habíanse distribuido por parroquias. El P. Ambro– sio acostumbraba, para animar a los demás, rezar el Rosa– rio primeramente en una de dichas parroquias y más tarde lo dirigía en otra, compuesta de sesenta individuos. Los do– mingos, para santificar más y mejor el día del Señor, no se contentaban con rezar el Rosario, sino que uno de los sacerdotes dirigía la palabra a sus compañeros, explicándo– les el Evangelio respectivo y sacando conclusiones prácticas para el momento decisivo que estaban viviendo. Desde que el P. Ambrosio entró en la bodega número 4, la mencionada explicación estuvo siempre a su cargo, y para prepararla se servía de la obra del Cardenal Gomá: Los Evangelios con– cordados, que había sido también llevada allí clandestina– mente, y que durante la semana andaba de mano en mano. La vida en las bodeg-as se deslizaba con una monotonía