BCCAP000000000000135ELEC

-247- cho HoteJ,. No obstante, la dueña del mismo manifestó que conservaba la de su marido, fallecido meses antes, si bien tenía los inconvenientes de que era muy conocido en San– tander, y asimismo de que pagaba una tarifa muy elevada. Al recibirla el P. Ambrosio comprendió, desde luego, que en modo alguno podía hacer uso ICle ella; sin embargo, en vez de romperla o devolverla, se la guardó impensadamente. Fué dicha cédula como su sentencia de muerte. A los pocos días de lo dicho, el Hermano Luis, religioso pasionista, le proporcionó otra cédula con su propio nom– bre, Alejo Pan López, en la que aparecía como viajante de profesión. Sin embargo, y a pesar de tener esa nueva cédu– la a su nombre, no se desprendió de la otra. No podemos encontrar explicación satisfactoria sino atribuyénolo a una de sus frecuentes distracciones. - Así, con esa documentación en el bolsillo y creyéndose casi seguro, se fueron deslizando los días hasta el 14 de noviembre. En las primeras horas de la tarde de ese día, dos agentes de la Dirección General de Justicia se presen– taron en la casa de don Celso para proceder a su detención. En el momento de llegar ellos, el P. Ambrosio dormía tran– quilamente la siesta. -¿Don Celso de la Cruz?... -Sí, señores,. aquí es. Y don Celso se presentó ante los agentes a los pocos mo– mento. "-Traemos orden de detenerle y de registrar la casa-" le dicen, y D. Celso les conduce seguidamente al despacho; en vista de las facilidardes dadas, la Policía no adoptó otras medidas de preca.ución. Pasados al despacho, comenzaron a registrar cuanto en él había, haciendo al mismo tiempo las oportunas preguntas. A todo esto el P. Ambrosio nada sabía de lo que pasaba. En un momento en que don Celso esquivó la vigilancia de los policías, que seguían haciendo el registro en su despa– cho, avisó a su mujer para que, a su vez, enterase de todo al P . Ambrosio. Se levantó éste de la cama, nervioso y pre-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz