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-243 - che. Su presencia en casa de estas buenas señoritas fué re– cibida con algún sobresalto, por los que en aquellos días abundaban y porque de momento tampoco le conocieron; llegaba muy mal trajeado y le tomaron por un vulgar mi– liciano; por eso mismo fué mayor su alegría y su asombro a1 darse cuenta de quien era. Pasaron aquellos días hasta el 2 de agosto. El P. Am– brosio había avisado con tiempo a los otros Padres para que acudiesen a la residencia con el fin de celebrar la Santa Misa y dar facilidades a los fieles ele ganar el Jubileo de la Por– ciúncula. Así lo hicieron sin novedad alguna, y al llegar la noche, el P. Ambrosio, cerradas las puertas de la residen– cia y capilla, se dirigió de nuevo a la casa ele su refugio. Volvió al siguiente día con la intención de celebrar la Santa Misa. Apenas había terminado, se presenta a él un g-uardia de Seguridad, portador de una esquela de dos de los Padres, Eugenio y Guillermo, que habían sido detenidos; en ella se le decía dónde y cómo se encontraban, y se le ad– ,·ertía no permaneciesen por más tiempo en la residencia por el inminente peligro que corrían. Tan pronto como el Padre Ambrosio leyó la esquela, se dirigió a la capilla y dijo a los f ieles que allí se encontraban todavía : " Vamos a cerrar la capilla por tiempo indefinido, pues así lo aconsejan las cir– cunstancias" . VIDA EN SU ESCONDITE Momentos más tarde, el P. Ambrosio abandona a su vez la residencia para volver de nuevo a la casa mencionada, donde permanecerá hasta el 29 de septiembre. La vida que hizo en compañía de aquella bonísima familia y de don Cel– so de la Cruz Cuervo, su compañero de escondite, fué harto sencilla externamente, aunque amargada por los sobresaltos e inquietudes del momento. La noche la pasaba de ordina– rio en vela, hasta las cuatro de la madrugada, escuchando ias radios y vigilando a su vez la calle para evitar en lo po– ::ible una sorpresa; luego se reti raba a descansar hasta las

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