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-242- veces que vivía en otro mundo, aleja<io en un todo de las miserias del presente, terreno y mezquino. También dedicó su pluma y su cultura al servicio de las almas, escribiendo algunos trabajos y artículos en revistas, principalme-nte en El Mensajero Seráfico. Pero más que todo dedicó su cultura y sus actividades al apostolado de la predicación. No puede negarse que su gloria principal es el haber si·do gran misionero y predica– dor. Muchos pueblos de Castilla y, sobre todo de León y de la Montaña, recuerdan todavía al P. Ambrosio, el misio– nero de luenga y negrísima barba, de decir arrebatado, de prontos desconcertantes, de carida<l arrolladora e ingenio– sa ; que sabía aterrar en sus sermones sobre las verdades eternas y al propio tiempo levantar el ánimo del pecador arrepentido con su palabra tierna e insinuante y luego des– pertar en los corazones de todos un entusiasmo delirante, brote espontáneo del que abrigaba en el suyo. En el convento de Santander, como hemos dicho, vivía desde 1931 , desempeñando el cargo de Vicario, y cuando el P. Guardián, Leonardo de Vera, enfermó y quedó impo– sibilitado para ejercer su cargo, es nombrado el P . Ambro– sio para sustituírle el 1 de enero de 1933, siguiendo en el mismo puesto hasta la revolución de 1936 (1). SANTANDER EN PLENA REVOLUCION No obstante estar ésta en todo su auge en el mismo San– tander, nuestros religiosos siguieron en el convento h'asta el día 29 de julio. Al ver claramente que las cosas tomaban un cariz del todo pesimista, se decidieron a salir en esa fecha del 'convento. El P. Ambrosio se dirigió a la casa de las se– ñoritas de Gándara, a donde llegó a eso de las diez de la no- (1) Cuanto a continuación decimos, lo mismo relativo a su vida de volun– tario encierro, que a su detención y muerte, lo hemos casi literaLmente co– piado de unos apuntes del P. Constantino de A1deaseca, quien se tomó el tra– bajo de ir recogiendo esas noticias de boca de las personas interesadas que se citan.

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