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i:'r. Luis, lograron, asimismo, aun antes de la liberación de Bilbao, pasarse a Francia, y de aquí regresar a la España de Franco. Por eso mismo nada podemos decir del apostolado ejer· cido por los Padres durante el tiempo que Santander estuvo en poder de los rojos. Primeramente, porque vivieron com– pletamente escondidos, y después, porque no tuvieron pro– porción para ello ni tampoco tiempo. Verdad es que en la capital montañesa quedaba por entonces, y siguió hasta la liberación, el P. Vicario, Eugenio de Villamañán, pero nada pudo hacer por llevar su vida enteramente aislada, sin t<.!– ner apenas trato ni comunicación con nadie. Quedaba tam– bién el P. Guar-dián, Ambrosio de Santibáiíez, que, hasta su detención, llevó casi el mismo género de vida, sin salir para nada a la ralle, y meses después, antes de finalizar el año, encontrará muerte gloriosa y será él precisamente la única víctima de aquella Comunidad.

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