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... - 235- mencionada capilla, •se encontraban nuestros religiosos ha– cía ya algunos años. De ella no se pensaba salir sino el día en que, levantadas ta nueva iglesia y residencia que se pro– yectaban, pudieran hacerlo definitivamente. La revolución de 1936 vino a echar por tierra aquellos J?lanes de nueva fundación, y asimismo a derribar aquella ·casa y aquella capilla, lugares para nosotros venerandos. LA REVOLUCION EN LA MONTAÑA La senil debilidad e ineptitud del coronel que mandaba en Santander y la audaz alevosía de un telegrafista hicie– ron que en la Montaña triunfaran los revolucionariSJS. Cuan– do llegaron a hacerse dueños de la ciudad, no se metieron para nada, en los primeros días, como sucedió en otras par– tes, con las iglesias y conventos; no les interesaba tanto eso 'Cle momento, pues estaban seguros de que lo conseguirí~1n tan pronto lo pretendiesen. Por eso nuestros religiosos siguieron en el convento has– ta el cjía 29 de julio. En esa fecha, viendo el cariz que to– maban los acontecimientos y teniendo en cuenta las noticias ·que corrían cada vez más a larmantes, el Padre Guardián, Ambrosio de Santibáñez, dándose cuenta de ello y de la im– paciencia y preocupación de los religiosos, tuvo el laudable .acuerdo de convocar a los Padres para ver la determinación que debían tomar; urgía resolverse, pues la casa no reunía ·condiciones para la defensa, y lo que era peor, ni siquiera para escapar disimuladamente en un momento ele apuro. Se <lecidieron a salir ese mismo día del convento e ir a casas particulares, como así lo ·hicieron. Se volvieron a reunir por última vez el día de la Porciúncula para celebrar la Santa Misa y dar facilidades a los fieles de ganar el Jubileo; pero ;¡_l siguiente día se vieron forzados a cerrar la capilla defi– nitivamente. Ya con anterioridad a los acontecimientos y en previ– s~ón habían sido llevados fuera los libros principales y de más valor, así como algunos objetos de culto, cálices y ca-

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