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-226 - fugio del sótano, el 21 de julio. Allí estaba Fr. Eusebio echado sobre un pobre jergón de hojas de maíz, sin poder apenas sostenerse de pie, y, sin embargo, le obligan a levan– tarse y le llevan a la vecina panadería con el P. Guardián y Fr. Alejo, con ánimo de fusilarlos. No lo hacen de momen– t~, y al quedarse luego solos, tienen una ocasión sobrada– mente propicia para fugarse y librarse de sus manos. Los dos Hermanos no saben aprovecharla: la timidez, el miedo de ser detenidos en la calle les impiden dar aquel paso de éJ.ttdacia, pero que será decisivo. Veinte minutos después los ruilicianos se hacen cargo de ellos y los llevan a la Inspec– ción, de donde pasan, con los demás, a la iglesia de los J e– suítas y de aquí a la de San José. Fray Eusebio es el único de nuestros religiosos de quie– nes los supervivientes de las cárceles no conservan recuer– do alguno. Dado su modo de ser y su carácter, permane– cería seguramente casi todo el tiempo de su prisión sin re– lacionarse con nadie y acostado por su mucha debilidad. ¡Qué amargos debieron ser para él aquellos días que pasó en la cárcel y que precedieron a su martirio ! Enfermo como estaba, sin poder gozar del alivio de una cama, y, a lo sumo, echado sobre un petate, con escasa y deficiente alimenta– ción, las horas debieron hacérsele largas, pesadas, monóto– nas y tristes, aunque no le faltase, por otra parte, ni las aten– ciones ni el cariñoso cuidado de sus Hermanos de hábito. Con ellos fué sacado en la tarde del día 14 de agosto para ser también fusilado en las tapias del cementerio ele Jove en el anochecer de aquel mismo día. Su cuerpo, roto por las balas, caía exánime a tierra, al igual que otros muchos, aunque recogiendo su postrer alieu– to para fo¡·mar un coro de voces agonizantes que reservan su último grito victorioso para el Cordero sin mancha y un postrer saludo a la Patria·: " ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Es– paña!" Así, como uno de tantos mártires anónimos, fieles ser– vidores y·testigos de Cristo, los restos de Fr. Eusebio, .san-