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-222- cheo no muy minucioso, para el que les fué forzoso despo– jarse del hábito. A DISPOSICION DE LOS MILICIANOS Los tres religiosos pasan luego a la panadería y allí que– dan a disposición de los que les han detenido, milicianos del ''grupo del Arenal", mientras éstos van a hacer otro servi– cio. Quedan solos: nadie les ve, nadie les conoce; un milicia– no que ent;a a buscar un pan, les confunde con los panade– ros; ocasión magnífica para huir; un poco de serenidad, algo de valentía y pueden salvar sus vidas. Así se lo aconseja el P. Guardián; pero sus razones encuentran siempre la misma réplica : "No nos atrevemos". Ni valió tampoco su ejemplo al tomar un panecillo y salir, manos en alto, sin que nadie se metiese con el ni le dijese una palabra. Ellos, tímidos, sin atreverse a seguir su ejemplo, allí se quedaron. Y cuando. pétsados veinte minutos, empleados por los milicianos para tomar un bocadillo por haber tomado el convento, volvieron a la panadería, les llevaron también donde ya se encontra– ban los otros: a la Inspección de Seguridad. EL MISMO CAMINO No hay para qué repetir cuanto hemos dicho hablando de los anteriores. A todos les tocó recorrer el mismo doloro– so camino: del convento a la Inspección, .de aquí a la iglesia ele los Jesuítas y de ésta a la de San José. En ocasión de en– contrarse aún en la iglesia de los Jesuítas pudieron verle, pero una sola vez, varias personas que llevaban la comida para él y para los otros religiosos nuestros detenidos; pero no pudieron hablar con él, por no permitírselo los milician:>s de la cárcel. En esa ocasión salió Fr. Alejo a buscar la cesta de la comida, y, al verlas a lo lejos y reconocerlas, les saludl> con la mano y con aquella su sonrisa característica. También allí fué visitado por su primo del que arriba hemos hablado, a quien quizá le permitieron hablar con él
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