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- 2:2~- "TENGO QUE QUEDARME EN EL CONVENTO" Desempeñaba a la sazón el oficio ele portero en el con– vento de Gijón al estallar el Movimiento Nacional. Ya má~ de una vez, al ver cómo se iban poniendo las cosas, había d1cho a personas de su confianza y que frecuentaban la por– tería: "Ahí, en ese jardín de enfrente, nos matarán." Se re– fería a los jardines existentes en la bifurcación de la calle de Uría y la carretera de Villaviciosa. No había de ser, sin embargo, ese el lugar de su tT.artirio. El domingo siguiente al Movimiento, o sea el 19, un pri .. mo de Fr. Alejo iué a visitarle al convento. Después de cambiar impresiones sobre la situación, aquél le invitó a que fuera con él a su casa para prevenir cualquier peligro. Pero Fr. Alejo no quiso .acceder en modo alguno: ~'No lo puedo hacer: tengo que quedarme en el convento, pues esa es mi vocación~' .fué la respuesta categórica que le dió. El día :21, y como a media mañana, se presentó en la casa de este señor Fr. Lázaro de Villares, llevando un pan debajo del brazo y completamente pálido: en s11 cara se adivinaba la tragedia acaecida en el convento. Al preguntarle por Fr. Alejo y en– terarse de que había queda·do en el convento, f ué inmediata– mente a buscarle para t raérsele consigo. Al llegar, los rojos que ya habían ocupado el convento, no le dejaron pasar. Por lo demás, ya habían salido detenidos a la Inspección. Cuando el asalto del convento, Fr. Alejo se encontraba también con los demás en el sótano; estaba ya vestido de se– glar, aunque con el hábito encima, y con la barba un tanto recortada. Al entrar los milicianos, a é.l, juntamente con el F. Guar<i ián y Fr. Eusebio ele Saludes, de quien luego nos hemos ele ocupar, se los llevaron a la panadería, con ánimo al parecer de fusilarlos allí mismo. Tras el interesante diá– logo que hemos insertado en otra parte, a punto estuvieron de ser, efectivamente, fusi lados, a no ser por la rápida in– tervención clel panadero vecino, y todo terminó con un ·.:a-

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