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- - 220 - Debía llevar su cuerpo cargado de crueles cilicios. En ocasión de haber caído enfermo de a lgún cui·daclo en el men– cionado convento de Montehano, el P. Guardián dispuso le \'isitase el médico, quien, para mejor darse cuenta de la en– fermedad que padecía, tuvo necesidad de reconocerle. Que– dó horrorizado de cómo tenía su cuerpo, hecho una llaga por los rigores de la penitencie:!, y al marchar dijo a los otros religiosos estas textuales palabras: "¡Qué carnicería tiene !:echa en su cuerpo Fr. Alejo !". A todo ello juntaba una pronta y sumisa obedienci;:t a las órdenes e indicaciones de los Superiores. Cuan-do habb-· ba con a lguno de ellos siempre lo hacía de rodillas, lo que también practicaba frecuentemente al hablar a los clem;'¡:; Padres, demostrando con ello el respeto que tenía a los sacer– dotes y a los Superiores. Por otra parte, aun después ele se1· profeso solemne, pedía siempre permiso al Superior para E!>ar hasta una aguja, para tomar un poco de hilo; hasta para coser un botón. Son, a la verdad, minuciosidades, cosas pe– queñas, ele poca monta al parecer, pero que nos muestran bien a las claras su espíritu y la dependencia que quería te– ner de los superiores. Y para terminar el elogio ele sus virtudes, repetiré las palabras con que el P . Manuel de Hontoria resume su opi– nión sobre Fr. Alejo: "De él se puede asegurar que era un santo de cuerpo entero." Y como complemento, estas otras que también nos escribe el P. José María de Chana: "En !as recreaciones extraor·dinarias los novicios teníamos c~pc­ cial deseo de tener a Fr. Alejo con nosotros, por· la venera.– ción en qu;! le teníamos; y recuerdo que en una de esas oca– siones un novicio le preguntó. "Fr. Alejo, ¿cuál es el mejm· modo de amar a Dios?". Y él: sonriendo, nos contestó: ((A Dios hay que amarle sin modo ni medida." Así creo que ~1 le amaba."

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