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- 213 - habían dado por el sermón predicado en Bocines; las guar– daba cuidadosamente y decía a sus compañeros que no po– día hacer uso de ellas porque "no son mías; no puedo dis– poner d'e ellas, tengo que entregarlas al Superior." "QUIERO MORIR CON EL HABITO" El P. Domitilo entró en la cárcel con el hábito y la bar– ba y así continuó hasta primeros de septiembre. Prueba de ello, si no bastaran los testimonios de los compañeros su– pervivientes, sería el retrato a lápiz que en la misma cárcel le hizo uno de ellos, llamado Antonio, que a la vez era es– cultor. Pero un buen día se le intimó la orden de quitarse el hábito y también la barba; él no pudo por menos ele ma– nifestar el desagrado y el sentimiento que aquella orden le causaba. "Prefiero- dijo-que me maten así, antes d'e qui– t:trme este hábito que llevo desde los diez años." Y añadió: ''Quiero morir con e] hábito, que así voy derecho al cielo." Y no quiso quitárselo entonces. Sin embargo, este su modo de proceder fué criticado entre los mismos presos, si bJen eran solamente algunos de qu ienes se sospechaba estaban allí con objeto de espiar lo que se hacía y decía. Quizás por eso en una oco.sión, con barba aún, se vistió d~ paisano y al presentarse ante los demás de aquella mane– ra les dijo, un tanto avergonzado: "Así estoy muy mal", y acto seguido volvió a ponerse el hábito. Por segunda vez le intimaron dicha orden de despojarse del hábito y, ante la enérgica resistencia del Padre,. uno de los milicianos le cogió de la barba y le arrastró unos metros. Quedó con ello muy prt:ocupaclo por el sesgo que iban tomando las cosas, y ante las insistencias del Comité, que por tercera vez le conminó la misma orden, se decidió al fin a despojarse tanto del hábito como de la barba. Para tllo hicieron venir un peluquero, que le quitó la barba y el cerquiJlo, y por todo vestido le dieron un mono. Esto su– cedía en los primeros días de septiembre y des.de aquell a

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