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- IS- tes, sobre todo en los pies. Por eso, de no haber sido encon– trada, se ht.rbiera perdido irremisiblemente. Muchos fueron los pareceres sobre lo que convendría hacer de la imagen y el destino que se la había de dar. Y un bue!l día se presentaron en la iglesia varios camiones de guardias ele Asalto con la orden del general Miaja de ha– cerse cargo de la imagen y llevarla a Valencia. En la igle– sia del Patriarca, convertida en museo, estuvo hasta los úl– tinros meses de 1938 en que sigilosamente fué transporta– da a Cartagena, de aquí llevada a Barcelona y de esta ciu– dad a Figueras y, por fin, a Ginebra, con el fin de que for– mase parte de la Exposición de Arte que allí se proyectaba. 1 Pocos meses después, la guerra española tocaba a su tér– mino. ... Hechas las convenientes gestiones, se logró conseguir que la imagen de Jesús formara parte de la expedición de obras de arte del Museo del Prado que se hallaban, asimis– mo, en Ginebra, y que salieron de dicha ciudad el 8 de mayo y llegaron a Madrid el I 3 por la noche. La imagen de Jesús fué bajél}da del tren en la estación de Pozuelo de Alar– eón ·y depositada luego en la iglesia de la Encarnación has– ta el siguiente día, señalado para su entrada triunfal en Madrid. Era precisamente domingo, y un domingo esplendoroso y radiante como pocos. Madrid entero se había volca,d'o en las calles por donde había de pasar la imagen. A las cuatro y media de la tarde comenzaba la solemne procesión. En medio de vivas entusiastas, de devotos cánticos y aclamaciones delirantes, preceodida ele unos seiscientos, entre Flechas y Pelayos, que agitaban en sus manos palmas traí– das expresam!ente ele Elche, semejando aquello la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, la imagen recorrió las calles madrileñas y llegaba a la plaza ele Jesús. Con mayor esplendor y con mayores aclamaciones que en su entrada primera en la capital ele España, al ser resca– tada ele los moros en 1682, volvía la sagrada imagen a su templo, tdespués de casi tres años, rodeada de Jos Capuchi- •