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-210- a la puerta y le dice : "Padre, aquí preguntan por usted.'' ''Ya, ya-responde el Padre Domitilo desde dentro-; ya les he oído." Sale luego de vestirse, se presenta a ellos y con la mayor serenidad les dice, cosa comprensible fácil– mente, da.:lo su modo de ser: "Con su permiso quiero la– varme antes.'' "Sí; lávese usted-le contestan-. Mientras tanto registraremos la casa." Al mismo tiempo que ellos practican el registro en las diversas dependencias de la casa, el P. Domitilo se lava, se arregla y luego desayuna. Hechos estos menesteres y regis– trada la casa, el P. Domitilo va con ellos, vestido d'e su há– bito y conservando asimismo la barba. Marcha-según ma– nifestaciones del que le tuvo generosamente hospedado– muy tranquilo, como quien tiene la plena seguridad de que nada desagradable le ha de suceder. En ese mismo día 3 de agosto ingresaba en la cárcel de C:andás, mejor dicho, en la iglesia, convertida en cárcel. Su vida, a partir de esa fecha, aunque no en todos sus porme– nores, la podemos seguir a través de los relatos hechos por sus compañeros de prisión que han sobrevivido a aquella tragedia. VIDA EN LA CARCEL Ellos nos refieren, y en esto son unammes los parece– res, como unánimes son las alabanazs, que el P. Domitilo se ganó las simpatías de todos los presos desde el primer momento de su ingreso en la cárcel. A todos hablaba con suma naturalidad, a todos animaba, diciendo siempre que "aquello era cosa de poco". Con su optimismo hacía que los demás pensasen lo mismo y viviesen alegres, aun en me– dio de los sufrimientos que les rodeaban. Rezaba el Rosa– rio con los demás, aparte de los rezos que él hacía en par– ticular, sobre todo por la noche. A veces se le acercaba al– guno para hablarle, y solía responder: "No me molesten, que estoy haciendo mis rezos." A los pocos días de estar en la cárcel, enteraüo el Comí-

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