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- 209 - volver al convento, se refugió en ca.sa de don Diego Cuer– vo. en el mismo Bocines, donde estuvo nueve o diez clías y donde, como :tl2f!O veremos, fué deten~do. En eso" días. según ha declarado el mismo señor, celebró, si no todos, va– rios de ellos la Santa Misa. Allí se le trataba con suma con– sideración, siendo muy apreciado de todos por su trato sen– ciJlo. Con todos alt~rnaba, y hasta iba algunas veces a paseo y salía con frecuencia a la huerta, donde, en medio de su buen humor, a veces acompañaba al criado a segar la hierba. Un día vinieron de Luanco a registrar la casa donde se hospedaba, y al manifestar el dueño su temor de que pu– diesen llevarse al Padre detenido, le contestaron que no tu– viese cuidado por ello, que al Padre nada malo le sucede– ! ía. Quizá, sin duda, era debido a eso su gran optimismo, aparte de que, dado su carácter, siempre se conservó opti– mista, creyendo que todo aquello iba a terminar muy pronto. Las cosas, sin embargo, cambiaron de repente. El 2 de agosto es detenido un joven de Candás, que también se encontraba escondido en la misma casa. Llamábase Pepín Herrero y había ayudado al P. Domitilo los días que pudo celebrar en Bocines la Santa Misa. Dicho joven fué luego fusilado. El día 3 fué también ,ietenido el P. Domitilo. Como él no se recataba de salir de casa, y siempre de hábito, en cierta ocasión le vieron unas jóvenes de Candás, que le de– nunciaron al Comité de este pueblo. EN LA CARCEL DE CANDAS A las cinco de la tn.:'lñana de dicho día llaman fuertemen– te a la puerta de la casa. El dueño, desde dentro, respon– de: "¿Quién llama?" "Abra-le contestan varias voces des– de fuera-; venimos por el fraile." El P. Domitilo, al oír el estruendo de los portazos y los ladridos del perro, tam– bién se despierta y escücha atentamente cuanto hablan. "Es– tos sayones-decía uno de ellos-son los que están tiran– do desde el barco pirata ("Almirante Cervera")." El señor de la casa va a la habitación del Padre, llama

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