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- 11)8 - nación sacerdotal con gran alegría y honda satisfacción de sn alma. Poco después, una orden de su Prelado le destina– ba a prestar sus ministerios como coadjutor de la parroquia de Villaquejida. Con celo y, al mismo tiempo, con entusiasmo comenzó a trabajar el coadjutor, captándose bien pronto las simpatías del pueblo. Pero eso mismo excitó un tanto la envidia del párroco quien, no obstante no tener queja alguna de él ni motivo razonable, no veía con buenos ojos sus actividades y las simpatías de las gentes hacia él, y comenzaron, natn– ra.lmente, los choques. • SERA CAPUCHINO Para evitarlos no escogió el coadjutor el cambio de pa– rroquia, prefirió tomar una determinación más radical y mú.s en firme, y fué llevar a feliz realización una idea que hacía tiempo acariciaba: entrar religioso. Lo solicitó de los Supe– riores y a los dos años de su ordenación, el 20 de mayo de 1902, vestía. el sayal capuchino en el convento de Basurto, (Bilbao). Durante el año de noviciad'o no faltaron las prue– bas; era necesario asegurarse de que aquella vocacióq tar– día no era mera ilusión ni fruto de una determinación pa– sajera. Después de su profesión continuó el estudio, mejor di– cho, el repaso de la Filosofía. y luego el de la Teología, y cuatro años más tarde, es designado Profesor de Latín y Humanidades en el Colegio de Filosofía, cargo que desem– I>('ña hasta 1913. Era una de sus aficiones favoritas, el latín, y sabía enseñarlo con gusto y, al mismo tiempo, con agra– do de sus discípulos, entremezclando con sus explicaciones alguna anécdota de las que tuvieron lugar en la preceptoda cuando él saludaba los primeros rudimentos de la lengua del Lacio. Solamente dejó sus enseñanzas cuando fué elegu:l'o Guar– dián del convento de San Martín de Trevejo (Cáceres), en 1913, aunque, a decir verdad, tal nombramiento no le hizo

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