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~ 192- n1arca el punto de partida de una era de prosperidad moral y aun material para el territorio federal Delta Amacuro. Cuando a Tucupita llegaron aquellos primeros Misione– ros, la iglesia, lo mismo que la casa parroquial, se halla.b:m en un estádo verdaderamente lamentable: todo hubo que re– hacerlo. El templo, más que casa de Dios, parecía una guJ.– ri.áa de murciélagos. No había ornamentos sagrados, ni can– deleros, ni imágenes ni otros enseres necesarios de todo pun– to al culto divino. La casa parroquial reducíase a un peque– ño rancho de bajareque cubierto de temiche, con sola5 dos habitaciones que tenían por todo ajuar dos sillas y una percha. El primer cuidélldo de los recién llegados fué proveer de las cosas necesarias para poder celebrar el culto divino, te– niendo que comprarlo todo. Asimismo arreglaron convenien– temente la casa parroquial, pues de otro modo no había po– sibilidad de vivir en ella. SALUD PRECARIA Esos trabajos y los que consigo lleva el apostolado, más intenso por necesidad en aqt:ella parroquia que estaba casi totalmente ,desatendida y abandonada, minaron la sa1ud del P. Arcángel que, por otra parte, se sintió víctima del palu– dismo. Por eso, se vió obligado a regresar a Caracas con el íin de reponerse, aunque no por eso dejó de seguir predi– cando en lo restante del año y en 1920. Un año más tarde, en agosto de 1921, es designado Su– perior y P~.rroco de aquella nueva residencia de Machiques, que, como dijimos arriba, se tomó como base de una nueva Misión en la Goajira venezolana; era un pueblecillo ele unos mil habitantes, aunque la parroquia venía a tener, con los que había dispersos por los campos, de tres mil a cuatro mil. Aquí realizó una magnífica labor; reorganizó las asociacio– ciones pia:dosas y fundó otras nuevas; fomentó la piedad, sobre todo, por medio de la Comunión frecuente, llegando a

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