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- 12- Y ASI FUE... Lo que las previsiones humanas no llegaron a alcanzar ni sospechar, sino todo lo contrario, lo ordenó sabiamente !a mano providencial <le Dios. No olvidemos que el popu– lacho ya había intentado incendiar nuestra iglesia el 13 de marzo de aquel mismo año, y a juzgar por el peligro en que entonces nos ·encontramos, pudimos deducir lo que sucede– ría si algún día !as turbas se hacían dueñas de la calle. Sin embargo, llega el 20 de julio, día de la revolución en la capital de España, y nadie se mete con nuestro con– vento e iglesia; no corren la suerte que cupo a otras mu– chas iglesias y com·entos de Madrid, de menos importancia y de menos nombradía, y, sobre todo, menos odiados por los rojos; no obstante, no pudo librarse en modo alguno de caer en su poder. EL ASALTO Serían poco más o menos las dos ele la tarde del 21 de julio cuando un grupo ele milicianos quiso violentar la puer– ta de entrada al convento; al ver que no podían, y después de muchos forcejeos, pretendieron entrar por las ventanas ele los pisos que dan a la plaza de Jesús. Encaramándose uno de ellos por la pared, logró entrar por una ventana del pri– mer piso, y, conseguido su intento, invitó a los demás a ha– cer lo propio, y con su ayuda, así lo hicieron Yarios cie ellos. Una vez dentro, no creyéndose, sin embargo, se– guros, se liaron a disparar tiros por todas partes y en todas direcciones, dando al propio tiempo gritos amenazadores, profiriendo blasfemias, con ánimo de aterrar a cuantos pu– diesen encontrarse dentro. En el convento estaban, como ya dejamos dicho, cuatro religiosos: Fr. Arsenio de Iciar, Fr. Roberto de Erandio, Fr. Saturnino ele Bilbao, y el Hno. Manuel Pastrana, el re– cadista de la Comunidad. El primero fué detenido y lleva-

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