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- I8S- se arrodillan a los pies de los sacerdotes para recibir de ellos la absolución. PREPARADOS PARA EL SACRIFICIO Apenas nuestros Padres se dan cuenta de que van a mo– rir, dan la absolución a sus compañeros, y con gran sereni– dad y fortaleza, que llama poderosamente la atención de lo:> demás y todavía los supervivientes lo recuerdan con admi– ración, se prepararon ellos a morir y prepararon también a los otros. Entre tanto, los sicarios hacen de los presos tres divisio– nes : en una parte ponen los sacerdotes y religiosos; en otra., los pertenecientes a Falange, y, por fin, en una tercera, a los presos políticos. Y así, separados, esperan el terrible mo– mento en que se les mande subir a las camionetas. En la puerta de la cárcel esperan tres de ellas, cargadas de mili– cianos armaJC!'Os, al mando de un capitán rojo de los Guar– dias ele Asalto, ele apodo La Chica, que han venido expre– samente por los presos para fusilarlos. Y sale primeramente la camioneta llena de presos polí– tkos, y parte, en medio ele un gentío populachero que grita blasfemante y sanguinario, en dirección de Tremañes, don– ele fueron fusilados. "A las cinco y media salió el segundo camión---.,d 'Í.ce don Bonifacio Lorenzo Somonte (El Comercio, 14 de noviembre de 1937), en el que iban tres Padres Capuchinos" y tambi¿n otros religiosos y sacerdotes. Los mueras de la chusma se repiten nuevamente, mientras las víctimas, serenas, humil– des, recogidas, salían rezando, murmurando una plegaria con los labios y el corazón, ajenos en un todo a lo que pasa– ha a su alrededor, y así fueron subiendo a la camioneta. Allí. y llamando por cierto la atención de todos por su recogi– miento, p0r su serenidad, iban también rezando el Santo Ro– sario, cinco capuchinos, entre ellos el P. Berardo. La camioneta partió rápida hacia el cementerio de Jove; dentro de sus tapias y en la pared de la dt: rec.ha según se

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