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tras pre'ces eran escuchadas por los milicianos que eran nuestros guardianes, y haciendo acto de presenéia comenza– ban a insultarnos y blasfemar hasta conseguir .interrumpir– nos el rezo. Para evitar estos incidentes adoptamos el acuer– do de rezar en grupos de seis u ocho, consiguiendo de este ltlodo que nuestras palabras no se percibieran en el extc– t·ior". En aquella cárcel provisional e incómoda estuvieron die– cinueve días. El I I ele agosto eran trasladados, con los de– más presos de la iglesia de los Jesuítas, a la iglesia de San José, convertida asimismo en prisión, y, según decía un pe– riódico r-ojo, "perfectamente acondicionada para tal fin". Desde luego, podemos afirmar que era bastante más hol– gada. La mudanza había constituído la nota del día. Los pre– sos, hombres y mujeres, habían sido llevados por las calles céntricas en camiones descubiertos, convertidos en las ca– rretas de la ignominia. Pálidos, erguidos los presos, llega– ban a sus ¡;-ostros insultos, escupidos más que dichos, befas y burlas de las turbas arremolinadas, que apenas permitían andar a los vehículos. En su camino de pasión y muerte, aquel fué su· INRI, como si los dirigentes rojos hubieran querido mostrarlos irrisoriamente a las masas. ¡Cómo mi– ran después, al entrar en la iglesia, un Cristo que todavía queda colgado en el muro! Allí, ante las imágenes santas, duerm.en tirados en el suelo, y semejan seres que en la ma– yor desesperanza se han arrojado al pie de los altares, im– rlorando la muerte y la salvación. Con todo, hubiera podi– do ser aquél refugio de mística calma, pero también los ro– jos hacen su caritativa visita de presos. Entran en la igle– sia, insultan y vejan a los detenidos, los amenazan de con– tinuo con la muerte, "como perros que sois"; escupen a los altares y practican con las imágenes santas el sacrilegio y con las atribuladas personas, la inmisericordia. Durante los veinticuatro días que dura su prisión, y muy principalmente en la iglesia de San José, son los Capuchi– nos, según testimonio de otros detenidos, quienes dirigen los

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