BCCAP000000000000135ELEC

- 11 - Finalmente, faltaría a mi deber si no aprovechara esta ocasión para agradecer, una vez más y en nombre de todos , a nuestr-os bienhechores y personas conocidas Jos muchos favores que entonces nos prodigaron. ¡Cuántas de ellas ex– pusieron a veces sus vidas antes de dejarnos desampara– dos, ofreciéndonos sus casas, su valimiento, sus recomen– daciones, dándonos carta de trabajo, etc.! Para todas ellas guardamos, cuantos pasamos la guerra en Madrid, un re– cuerdo sempiterno en nuestra memoria y en nuestras ple- ' ganas. ASI PASAMOS LA GUERRA... Por todo lo dicho podrá formarse el lector una idea. aunque vaga, de cómo pasamos la guerra los que, por fortuna o por ·desgracia, nos tocó vivir en Madrid; unas veces en cár– celes y rodeados de sufrimientos, otras gozando de relativa calma. mas siempre amargada nuestra existencia día y no– che por el temor ele una nueva detención, de mayores sufri– mientos, ele b angustia de un nuevo encarcelamiento, aun– que alentado siempre nuestro corazón por una esperanza cierta, fi rme, segura en el triunfo f inal y anhelando conti – nuamente porque llegara ese momento: la hora de la libe– ración. Llegó, por fin, el 28 de marz-o de 1939, y con ella llegó también el momento, mil veces añorado, de vol ver a nuestro convento. Lo hicimos aquel mismo día. Estábamos ya de nuevo en él ; respirábamos alegre y tranquilamente, sin pre– ocupaciones, sin miedos, sin temores, disfrutando de más dulce calmn que antes del r8 de julio de 1936. Tres días después, el 3 r de marzo, a la sazón viernes de Dolores, se abría de nuevo al culto nuestra iglesia, librada del incendio y de la destrucción, lo mismo que el convento, ele un modo providencial, casi milagrosamente.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz